RAFAEL BENJUMEA BURÍN




La vida de Rafael Benjumea Burín, I conde de Guadalhorce, es un relato fascinante que se desenvuelve a lo largo de la tumultuosa historia del siglo XX en España. Nacido en Sevilla en 1876 y falleció en Málaga en 1952, con la edad de 75 años, su existencia fue un canto a la dedicación y el servicio público.

Familia: Benjumea Burín emergió de una familia arraigada en la próspera burguesía agraria de inclinación conservadora. Su progenitor, Diego Benjumea Pérez de Seoane, además de ser abogado, ostentaba la distinción de ganadero y terrateniente. La sombra de la política también se cernía sobre la familia, con su hermano Joaquín Benjumea Burín, quien llegaría a ser ministro en la era de Franco.

Su unión matrimonial con Isabel Heredia Loring-Bebel trajo consigo un vínculo con la alta sociedad malagueña, facilitando su travesía por los círculos políticos de la época. Figuras como Cánovas del Castillo, Francisco Silvela, José de Salamanca o el ministro Romero Robledo se cruzaron en su camino. La descendencia de esta unión fructificó en cuatro vástagos.

Formación: El camino de Benjumea Burín lo condujo a la prestigiosa Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, donde su destreza y dedicación le llevaron a destacar como el número uno de su promoción, forjando las bases de una ilustre carrera.

Ingeniería: Sus habilidades y pasión lo llevaron a especializarse en la construcción de obras hidráulicas, donde dejó una huella imborrable en la provincia de Málaga. En la apacible comarca del río Guadalhorce, concebiría dos monumentales proyectos: una central hidroeléctrica, entre los años 1903 y 1905, y el emblemático pantano del Chorro, que, desde 1953, porta el nombre del Conde de Guadalhorce.

Este embalse, enclavado en el río Turón, nutrió el fértil valle del río Guadalhorce y fue finalizado en 1921. Con imponentes dimensiones de 75 metros de altura y una base de más de 50 metros de ancho, su arco majestuoso se alza a 130 metros. Con una capacidad actual de 83 hectómetros cúbicos, sus 12 kilómetros de longitud transformaron la región.

La construcción de este prodigio hidráulico fue el crisol de novedosas técnicas, marcando el debut de maquinaria eléctrica y métodos constructivos de vanguardia. Además, bajo la dirección de Rafael Benjumea, se llevó a cabo la explotación del salto de Gaitanejo y del río Jándula, la nacionalización de la Empresa de Tranvías y el inicio de las obras del paseo marítimo de Málaga.

Ministro de Fomento: Los méritos de su esforzada carrera profesional lo catapultaron al cargo de Ministro de Fomento en 1926, bajo la égida del dictador Primo de Rivera, una posición que ocuparía hasta 1930. En su gestión ministerial, gestó una plétora de proyectos, destacándose la creación del circuito de firmes especiales para el mantenimiento de carreteras y la implementación de las Confederaciones Hidrográficas, concebidas para el "aprovechamiento integral de los ríos mediante una organización de conjunto industrial, agrícola y social". Sin embargo, no estuvo exento de críticas, lideradas por personalidades como José Calvo Sotelo, que giraban principalmente en torno a la financiación de sus ambiciosos proyectos.

Exilio: El año 1930 vio nacer la Unión Monárquica, con Rafael Benjumea como su presidente. Con el advenimiento de la Segunda República en 1931, emigró primero a Francia y en 1933 partió hacia la República Argentina, donde desempeñó un papel crucial como impulsor y director del ferrocarril subterráneo de Buenos Aires, un proyecto que en aquel entonces estaba tomando forma bajo su liderazgo.

Presidencia de RENFE: El retorno a España en 1947 vio al general Franco confiar en su vasta experiencia al nombrarlo presidente del Consejo de Administración de RENFE. Además, ostentó otros cargos honoríficos, como la presidencia del Consejo de Obras Públicas.

Reconocimientos honoríficos: El legado de Rafael Benjumea no pasó desapercibido. Su inestimable contribución a la nación fue recompensada con el título de Conde de Guadalhorce, que le fue otorgado por Alfonso XIII el 12 de septiembre de 1921.

La ciudad de Málaga, agradecida por su labor, lo proclamó hijo ilustre y predilecto el 22 de septiembre de 1924.

Su relevancia en el ámbito intelectual también quedó reflejada al ser nombrado Académico de Ciencias Morales y Políticas, así como Maestrante de Ronda, honores que perpetuaron su legado en la historia de España.





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