Prólogo de Luis Robles




Prólogo de Ingenieros Sevillanos Ilustres

Cuando uno mira a su alrededor, es imposible no encontrar el fruto del trabajo de algún ingeniero. Desde la electricidad, el agua y el gas que llegan a nuestras casas como por arte de magia hasta los teléfonos con los que nos comunicamos. Desde los vehículos que nos transportan y las vías por las que circulan hasta los tejidos con que nos vestimos. Desde los fertilizantes que nos alimentan hasta los satélites que vigilan el planeta. Toda esa tecnología es fruto de la labor de legiones de ingenieros de diversas disciplinas.

Y sin embargo la ingeniería es, por lo general, una profesión discreta. No es solo que los medios de comunicación centren su atención en profesionales de otros campos. Es que la práctica de la ingeniería es normalmente una labor de equipo, llevada a cabo en nombre de una empresa o de una universidad y cuyos resultados a menudo solo son comprensibles para otros ingenieros. Mientras que hay bastantes arquitectos “estrella”, médicos famosos o incluso paleontólogos o cosmólogos muy populares, la gente tiene dificultades para citar el nombre de un solo ingeniero.

¿Es mala tanta discreción? Pues depende. Por un lado, yo soy de los que opina que lo que importa es el trabajo eficaz y callado, y no la gloria efímera; la colaboración y no el ego. Pero por otro lado, me parece que a los estudiantes de ingeniería les faltan hoy día referentes profesionales, ingenieros cuyas carreras puedan tomar como modelo o al menos como fuente de inspiración.

Por ello me alegra mucho la publicación de este libro, que compila las biografías de 27 ingenieros sevillanos, a cuál más admirable, todos ellos posibles ejemplos a seguir por los
futuros ingenieros. Además, el autor del libro ha conseguido aportar, a menudo mediante entrevistas personales, pinceladas sobre el origen familiar o las motivaciones vitales de los biografiados que le dan al texto un tono más humano que la mera enumeración de logros profesionales.

Para los alumnos actuales y pasados de la Escuela de Ingenieros de Sevilla, muchos de los personajes retratados en el libro tienen el atractivo añadido de haber estudiado o enseñado en esa misma institución. Personalmente me ha emocionado encontrar a varios de mis profesores, alguno ya fallecido. No es, a pesar de ello, un libro localista. Estas brillantes carreras podrían servir de modelo a ingenieros jóvenes de cualquier país.

Para terminar quiero aplaudir el trabajo del autor, que lleva dedicados muchos años de su vida a escribir biografías de personajes ilustres de distintas profesiones y orígenes. Seré escueto en mis alabanzas por modestia, ya que el autor no es otro que mi padre. Lo único que resaltaré es que Feliciano ha escrito esta obra de manera totalmente altruista, con la única ambición de hacer a nuestra sociedad un poquito más sabia. Por ello le doy las gracias de todo corazón.

Luis A. Robles Macías
Ingeniero industrial
Hijo del autor

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