BALBINO MARRÓN Y RANERO



Balbino Marrón y Ranero, un destacado arquitecto y urbanista, nació en Villaro, Vizcaya, en el año 1812, y murió en Bilbao en 1867, a la edad de 55 años. A lo largo de su prolífica carrera, Marrón y Ranero dejó una huella indeleble en el mundo de la arquitectura y el urbanismo, sin embargo, su legado todavía espera el merecido reconocimiento, en gran parte debido a la falta de un análisis sistemático de su vasta obra.

Formación: Sus primeros pasos en la arquitectura los dio en Bilbao, pero su formación floreció en Sevilla, donde tuvo el privilegio de estudiar bajo la tutela de dos notables maestros: Salustiano Ardanaz y, tras la prematura muerte del primero, Melchor Cano. En mayo de 1837, emprendió un viaje a Madrid para enfrentar el riguroso examen de la Academia de Bellas Artes, y con éxito obtuvo el título de arquitecto en ese mismo año.

Trayectoria profesional: Una vez titulado, Marrón y Ranero se estableció en Sevilla, donde se unió al estudio de Melchor Cano, quien había sido arquitecto municipal de la ciudad entre 1825 y 1840.

Los inicios de su carrera estuvieron marcados por su labor en Jerez de la Frontera, donde desde marzo de 1838 ocupó el cargo de maestro mayor de obras públicas, equivalente hoy en día a ser arquitecto municipal. Durante su tiempo en Jerez, Marrón y Ranero llevó a cabo proyectos notables, incluyendo la cárcel pública, las casas consistoriales, cuarteles en la plaza de la Constitución, la capilla y el panteón del cementerio, así como la construcción de un depósito subterráneo con capacidad para 100,000 arrobas de agua y mejoras en empedrados de calles y aceras. Además, se destacó en la creación de bodegas y almacenes de vinos para particulares.

En 1846, Balbino Marrón y Ranero se trasladó a Sevilla para asumir el cargo de arquitecto municipal de la ciudad, marcando un hito en su carrera. En 1860, el Gobierno de España lo nombró Arquitecto Provincial de Sevilla y consejero de la Delegación del Gobierno, lo que lo puso al frente de todas las obras gubernamentales en la provincia hasta su fallecimiento en 1867. Su labor en la ciudad dejó una profunda huella, con proyectos notables como el Cementerio de San Fernando en 1851 y la fachada del ayuntamiento que da a la plaza Nueva en 1852, en colaboración con Ángel de Ayala. También se destacó en la fachada del Museo de Pinturas, hoy Museo de Bellas Artes, aunque esta última fue reconstruida en 1945. El Mercado de Abastos de la calle Feria, construido en 1862, es otro testimonio de su habilidad arquitectónica.

Urbanista: Además de sus contribuciones en el ámbito arquitectónico, Balbino Marrón y Ranero se destacó como urbanista, dejando una profunda influencia en el diseño de la ciudad. Ordenó terrenos para la celebración de la Feria de Abril en 1847, y en 1850, supervisó la ordenación municipal de la zona. Otras contribuciones urbanísticas notables incluyen la creación de la plaza del Museo en 1846, el cementerio de San Fernando en 1852, el mercado del Perneo en 1858 y la planificación de calles como Tetuán, Naranjo (Méndez Núñez) y la actual calle Bilbao, que implicó modificaciones en el convento de San Buenaventura. Su labor también se extendió a la separación urbanística de la zona de la Huerta del Retiro, la ordenación de la Alameda de Hércules y la creación de calles rectas en las afueras del barrio de la Cestería y de la Puerta de Triana.

Relevancia: Uno de los proyectos más destacados en su carrera fue la reforma del Palacio de San Telmo, donde trabajó desde 1849 hasta 1867 para los Duques de Montpensier. Su trabajo en la sede del Colegio Seminario de la Universidad de Mareantes, ahora el Palacio de San Telmo, es especialmente destacado.

Academias: Balbino Marrón y Ranero también fue un miembro activo de diversas instituciones culturales y academias, como la Real Sociedad Económica de Amigos del País desde 1838. Fue nombrado miembro numerario de la Academia de San Fernando en 1847 y ocupó el cargo de arquitecto de número en la Academia de Santa Isabel de Hungría desde 1850 hasta su fallecimiento en 1867.

La vida y legado de Balbino Marrón y Ranero son un testimonio de su profundo compromiso con la arquitectura, el urbanismo y la cultura en el siglo XIX, y su influencia perdura en las ciudades que ayudó a moldear. Su nombre merece el reconocimiento y admiración que su destacada trayectoria profesional indiscutiblemente merece.



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